martes, mayo 26, 2015

A propósito de "tablets para todos"...

Por Talya Aluveaux*


Antes de comenzar quiero disculparme por dejar de escribir en este blog. Durante este tiempo he estado inmersa en la creación de un protocolo de tesis doctoral, el intento mil veces frustrado de redacción de un marco teórico contextual para la misma tesis, la relación odio amor con mi alma máter, mi tema y mi director, y la locura general en la que se ha convertido mi vida. La mayor parte del tiempo presa del pánico y escondida debajo de la cama. Pero dejemos eso.

Por ahora quiero concentrarme en un tema con el que seguramente tengo hartos a quienes pasan por aquí: las tablets. Las mentadas tablets y el papel que están jugando en la educación de los niños. Voy a hablar primero desde el sentido común, y a decirles que no hablo de las tablets que los papás muy diligente y afanosamente le compran a sus hijos, sino las .mx, es decir, las provistas a los pequeños estudiantes de nuestro país vía un programa gubernamental de la SEC.

De las otras luego hablamos. 

Este será un post de anécdotas. Porque sí. Porque estoy cansada de las citas textuales, el sangrado francés, las referencias y las camisas de fuerza. Y ya. También porque soy mi propia editora y yo digo que está bien (yay) y hasta me animo, me aseguro que al menos seré medianamente escrupulosa con los detalles, y me hago mi propio café. Aquí van:

(1) Es necesario retroceder al 2014, aquélla época de candidez e ingenuidad en que cursaba el taller de Políticas Públicas. Por supuesto que no recuerdo la conversación exacta, pero por alguna razón ésta giró alrededor de las políticas públicas en materia de tecnología en México, concretamente en Sonora. Yo, que en ese momento era un hervidero de cabeza tratando de armar un protocolo de tesis medianamente coherente, despotricaba sobre la falta de un plan de ciencia y tecnología, la existencia de una ley congelada y no sé cuantas cosas más. Veíamos entonces los distintos estadios del policy making, y cómo nunca pueden ser perfectas, siempre hay compromisos y debe encontrarse un balance entre lo que todos los agentes quieren conseguir. Así fue como expuse mi frustración respecto a la llegada de la OLPC a Sonora, que fue cortada de tajo apenas comenzaba a despegar por este otro programa (.mx) a nivel federal, con la diferencia de que ahora se usarían laptops y tablets con Windows, y adiós al programa original, cuyo origen se puede trazar al media lab del MIT. Relaté la historia sobre mi rant en un post, y cómo (todavía me sorprende) me invitaron a platicar a las oficinas correspondientes para explicarme lo que pasaría con las laptops (que se habían convertido en un titánico problema logístico) y por qué ya no usarían las computadoras del MIT o la interfase Sugar, sino que se habían contratado otras armadoras ($) y pagado licencias de Windows ($). "Y te convencieron", dijo el doctor. No en tono de pregunta, sino afirmativo. Dije que no. Pero definitivamente sí calmaron mis ínfulas, ya no volví a joder con eso. Es la verdad. Entiendo que es una tarea titánica que se realiza con pocos y muy brillantes elementos, y recursos limitados. Pero no puedo escapar a lo evidente: se atendió a compromisos, se hicieron licitaciones convenientes y lo que menos importó fue el proyecto original y la verdadera intención, que quedó oculta debajo de un dispositivo de entretenimiento disfrazado de una herramienta de aprendizaje. Y claro, el entrenamiento masivo en el uso de Windows. La estupidización queda como tema pendiente.

(2) Por supuesto que voy a hablar de mis clases. ¿De qué más quieren que hable? Durante estos tres primeros semestres mi vida consistió básicamente en engullir quesadillas, tomar litros de café negro, pasar noches insomne, quejarme de la gastritis, leer como poseída y tratar de que mi cerebro de mosquito participara de manera medianamente aceptable en las discusiones que se generaban en los diversos talleres y seminarios (pero quería estudiar el doctorado...). Así es como llego a uno de tantos coffee breaks en los patios del Colson y la reafirmación, después de una interesante clase con el Dr. Covarrubias,y una breve charla con mis compañeros, de la ineficacia del programa .mx. Ni siquiera estaba directamente relacionado con la clase. Más bien yo la llevé ahí, porque huele a asistencialismo. Porque no resuelve nada. Es como aquéllo de "para qué quiero zapatos si no tengo casa". La idea original era (es) buenísima: aprendizaje colectivo y colaborativo, programación, juegos educativos, trabajo en red, etcétera. Pero (corríganme si me equivoco) ha degenerado en ... material multimedia (the 90´s called, they want their education stuff back), poca o nula integración con los instructores, y eso sí, un medio perfecto de acceso a apps y juegos 24/7. Comentamos el caso de unos chicos descalzos en una casa de cartón y condiciones deplorables, sentados a la puerta sosteniendo las tablets en su regazo. No sé. Simulemos que van a contribuir a su educación en las habilidades para el siglo XXI. Se requiere de toda una estrategia de acompañamiento, y no sé si se está llevando a cabo. Si lo está. no lo han comunicado de manera efectiva. O de plano yo no sé. Help. SOS. 911.

(3) Fast forward a finales del 2014. Por razones que no vale la pena relatar, terminé esperando una grúa a la orilla de carretera, en un taller mecánico ubicado en el poblado de Cibuta, muy cerca de las vías del ferrocarril. Allí conocí a un niño, quien de inmediato salió a hacer migas con mi sobrino de siete años. Por supuesto que tenía una tablet .mx, y conexión wi fi además. Y pregúntenme a qué se dedicaron los tres milenios que estuvimos esperando la grúa. Pregúntenme, dije. Ok. A jugar Minecraft. No me malinterpreten, me encanta Minecraft (traducción, me aburrió el primer mes), pero come on. Sigamos con las anécdotas. Mi ahijada de cuatro años pasó el domingo enajenada jugando Subway Surfers en una tablet .mx propiedad de sus primos. Yo comprendo la fascinación de los niños por la tecnología y los videojuegos. Vi crecer a mis primitos jugando Nintendo, GameCube, Gameboy, Xbox. You name it. Es sólo que no estoy segura que la distracción permanente (shiny, colorful, bright, noisy) sea la mejor apuesta por la educación de los niños. Me parece terrible que traten de venderla como educación. Estos niños podrían estar aprendiendo lógica, matemáticas, programando con scratch, colaborando en proyectos comunitarios, creando, leyendo, imaginando... pero están jugando subway surfers. No estoy demonizando los videojuegos, pero creo que la plataforma .mx se ha quedado corta y en poco o nada suple la visión de "one laptop per child". Algunos, sin embargo, han hecho un buen negocio (ya sé, nadie votaría por mi #aguafiestas).

(4) Dicho lo anterior, espero estar completa y totalmente equivocada. Escribo desde mi ignorancia práctica del tema, sin trabajo de campo, sin conocimiento de causa. Sin haberle preguntado a estos niños qué hacen en el salón de clases y cómo usan esta herramienta, si sus profesores la hacen suya y parte del plan de estudios. Si hay una estrategia clara. Sin haber visto los resultados de los estudios que se supone se están haciendo. Qué funciona, que no funciona, y por qué. Quisiera que alguien me sacara de mi error y me mostrara enfáticamente la maravillosa integración con la que se trabaja en el salón de clases con ayuda de la plataforma .mx, que más allá del bosque de las cifras estériles pudiera verse el árbol que florece y echa raíces, y de qué manera, gracias al uso de la plataforma. Yo entiendo que hay intereses y compromisos. Es lo que hay. Pero mi respuesta sigue siendo no, no me convencieron. Se debió haber usado XO y la plataforma Sugar.

Hasta aquí la dejo, porque #yamecansé, pero amenazo con volver.

Au revoir.



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